Había una vez, un perro que era muy rico. No le faltaba nada.
Tenía una gran casa para dormir especialmente diseñada por los mejores arquitectos de la zona.
Era muy soberbio, y le molestaba que los niños se le acerquen a su casa.
Siempre caminaba erguido por los alrededores con el hocico parado y sacando pecho, mirando de reojo a los demás perros.
Enfrente vivía un perrito en una casita muy humilde, y todas las mañanas, con su gran regadera de plástico, regaba una rosa verde que creció junto a su puerta.
Tanke, así se llamaba el perrito, era muy bueno con los niños y todos lo querían mucho en el barrio. Era alegre, juguetón y siempre estaba contento.
Al perro millonario de enfrente, que se hacia llamar Míster Perro, no le gustaba que todos los niños siempre estén jugando con Tanke.
Míster Perro entonces decidió que quería una rosa igual a la de Tanke.
Llamó a sus amigotes y les ofreció? mucho dinero a quien lograra traerle una rosa igual que la de Tanque.
Los amigotes de Míster Perro estuvieron buscando por varios días, pero no encontraron nada.
Entonces Míster Perro mando a fabricar una rosa verde de plástico muy linda, pero los niños seguían sin acercarse a su casa, y furioso Míster Perro se comío su rosa de plástico.
Así decidió ponerse un antifaz y por la noche, con una tijera cortó? la rosa de Tanque y la plantó cerca de su caseta.
Por la mañana, Tanque al no ver su rosa verde se puso triste, y cruzo en frente a preguntarle a Míster Perro si había visto quien se llevó su rosa. Grande fue su sorpresa al ver que Míster Perro estaba regando una rosa verde parecida a la de él.
Tanke volvió triste a su casa. Pero a los pocos días la rosa se marchitó y otra rosa verde creció junto a su caseta. Nuevamente los niños jugaban alrededor de la caseta de Tanke.
Míster Perro miraba y no comprendía que fue lo que falló. Se puso a llorar y al verlo, Tanque se le acercó y le dijo: “la rosa verde crecerá junto a tu casa solo si eres un perro bueno, juguetón y alegre”.
“Ahora entiendo”, dijo Míster Perro, “de ahora en adelante seré un perro bueno.
No me llamaré más Míster Perro, usaré mi verdadero nombre que es Moky, y seré bueno, siempre bueno...”. Y a los pocos días sé lo veía a Moky regando su linda rosa verde.